
- Es el amanecer de un cálido domingo de junio, y ella está en su casa, en Londres mirando su reflejo en un espejo opaco: contempla su pequeño cuerpo, recorre con su mirada sus demacradas extremidades tatuadas, la selva de pelo en forma de colmena, el brillo alucinatorio de sus transparentes ojos verdes. A su alrededor la casa está hecha un desastre: Bolsas vacías de papas fritas, trozos arrugados de papel de aluminio, botellas de cerveza, cajas de lencería y viejas tarjetas de crédito dan cuenta de una larga noche que no ha terminado en semanas, quizás en meses. Aunque el sábado ella no halla concluido, su domicilio comienza con gritos. Los tabloides han salido a la calle y se han sacudido de su ensoñación con otro escandalo de alto voltaje
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